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Patricia Osuna Gutiérrez. La Nación Autos.

Este tiempo de cuarentena, aplicada según la zona, se ha filtrado de diferentes formas en el país, dejando mella en todos los ámbitos; y el tránsito, junto con la conducción, no son la excepción.

«Esta pandemia y su cuarentena han alterado nuestros hábitos cotidianos y los modos de relación. Sumado a la incertidumbre respecto del presente y el futuro, por el peligro de enfermarse y los problemas económicos que ha provocado esta situación, en la mayoría de las personas se han producido alteraciones psicofísicas diversas, de mayor o menor intensidad y duración, según las condiciones personales. Algunas de las más frecuentes se relacionan con el estrés, insomnio, trastornos de ansiedad y angustia», dice la psicóloga María Cristina Isoba, directora de Investigación y Educación Vial de Luchemos Por la Vida. Y detalló: «Estas generan alteraciones en la capacidad de conducir, tales como dificultades para mantener la atención, distracciones, lentificación de las reacciones frente a imprevistos, conducción agresiva, exceso de velocidad, conducción alcoholizada, etcétera. Esto pudo resultar potenciado en aquellos conductores que son trabajadores esenciales, sometidos a condiciones laborales de alto riesgo (médicos, enfermeros y auxiliares de hospitales, servicios de emergencia, policías, funerarias, etcétera), lo que ha provocado choques que involucraron ambulancias, patrulleros y conductores particulares».

En cuanto a los siniestros viales, el presidente del Observatorio Vial Latinoamericano (Ovilam), Fabián Pons, señala que la cuarentena «deberíamos dividirla según sus etapas de apertura. Hasta el primer mes, la circulación vehicular era muy baja, la siniestralidad cayó alrededor de un 80%; pero se dio un fenómeno muy conocido por la industria del seguro, que es la reducción de la frecuencia, pero el aumento de la severidad. Los motivos de este fenómeno fueron que la poca gente que circulaba lo hacía en espacios sin congestión, la velocidad promedio aumentó sensiblemente y los cuidados y el respeto bajaron».

Para Pons, «a medida que se fue pasando a nuevas etapas del aislamiento social empezó a aumentar la circulación y con eso se observó un nuevo fenómeno: mucha de la gente que volvía a manejar, luego de uno o dos meses sin hacerlo, estaba muy fuera de tiempo y distancia, en especial las personas de mayor edad, por lo que circulaba a muy baja velocidad, por carriles inapropiados y en algunos casos con visibles síntomas de inseguridad. La mezcla de este nuevo grupo de personas que se reincorporaba al tránsito en forma dubitativa, con los que nunca habían dejado de circular y ahora lo hacía a mayor velocidad y sintiéndose solos en las calles, generó situaciones de tensión y siniestros casi infantiles».

En tanto, el doctor Eduardo Silvestre, divulgador científico de Grupo Medihome y médico pediatra magíster en Neuropsicoinmunología, afirma que antes de las restricciones debidas al distanciamiento social, el número de víctimas fatales por accidentes de tránsito era de diez por día; en la actualidad, ese número se redujo a tres. Por ejemplo, el número de fallecidos en las rutas durante los feriados de Semana Santa 2019 vs. 2020, la tasa de reducción alcanzó el 61% (41 vs. 16 muertes, respectivamente). De la totalidad de las víctimas, el 81% fueron motociclistas.

Y explica que «los accidentes de tránsito son la principal causa de discapacidad entre los jóvenes. Las secuelas más frecuentes se relacionan con el compromiso neurológico secundario al trauma craneoencefálico y las limitaciones motoras por lesiones en los miembros (fracturas de cadera, brazos, piernas). La patología respiratoria crónica, debida a los efectos directos del traumatismo sobre la cavidad toráxica, y muchas veces la asistencia respiratoria mecánica prolongada que deben recibir las víctimas es un factor que ensombrece el pronóstico. No podemos dejar de mencionar los efectos psicológicos del trauma, que se dan, casi sin excepción, en todos los accidentes graves. Los más frecuentes de observar son: ataques de pánico, ira, depresión, fobia a viajar o a salir de la casa, trastorno por estrés postraumático, así como múltiples somatizaciones: cefaleas, colon irritable, trastornos de la alimentación y del sueño. El factor humano (distracción, confianza, subvaloración del peligro -a mí no me va a pasar-) y las condiciones inherentes al vehículo (problemas en los frenos, dirección, luces, cinturones de seguridad, apoyacabezas, entre otros) son los principales responsables en la mayoría de los accidentes».

Miedo a manejar

Respecto del uso del vehículo particular en esta etapa, algunos se han sentido favorecidos; así, el creador de Animate a Manejar y experto en amaxofobia (la fobia a conducir), el psicólogo Omar Alzugaray, afirma que «durante la etapa de aislamiento se ha visto una evidente disminución del tránsito (excepto en algunos accesos a CABA), lo que para los conductores principiantes puede llegar a ser beneficioso. Y quienes han terminado recientemente su proceso para perder el miedo a manejar, me han manifestado que la escasez de tránsito los ha ayudado en las primeras salidas y fue un obstáculo menos para animarse a usar su auto». También aclara que «quienes tienen experiencia manejando tal vez no sientan ninguna diferencia. Pero en quienes tienen poco tiempo de manejo en la vía pública o aquellas personas con alguna tendencia fobígena, puede que aparezcan algunas dudas sobre sus posibilidades de desempeño y les cueste un poco readaptarse si han pasado unos meses sin conducir. Hay que tener presente que para una persona con miedo, cuanto más se maneja el temor tiende a disminuir y a menor tiempo o frecuencia de conducción, las angustias se agigantan».

Y para aquellos que en este tiempo han sufrido y quedado lesionados a partir de un siniestro vial, Silvestre explica que «así como se realiza la rehabilitación física, es de fundamental importancia que, en los accidentes de magnitud, el accidentado se someta a una rehabilitación psicológica antes de volver a conducir. La angustia, el miedo, la ansiedad, la memoria traumática, los trastornos del sueño, muchas veces la utilización de sedantes, entre otros, son factores que conspiran fuertemente contra la normal concentración que se requiere a la hora de conducir. Luego de haber sufrido un accidente de tránsito y superada la etapa inicial de hospitalización, el paciente deberá ser dado de alta y comenzar con la rehabilitación tan pronto como sea posible». Y sugiere que, preferentemente, sea bajo internación domiciliaria, en la propia casa del paciente, cerca de sus afectos y con la provisión de todos los recursos físicos y humanos que necesita: «En este contexto, además, cobra mayor relevancia la externación temprana y la continuación del tratamiento en su domicilio dado que permite prevenir contagios y liberar camas para personas que necesitan estar internadas en instituciones», dice.

Siguiente paso

Cuando las personas sean autorizadas, según la zona, a utilizar el vehículo para trasladarse, es importante antes de volver a hacerlo, «revisar que esté en condiciones de circulación segura, especialmente verificar la presión de los neumáticos y controlar los fluidos. Una vez en la calle, si no se siente seguro o se nota fuera de tiempo y distancia, circular a menor velocidad de lo habitual, pero sin molestar. Elegir los carriles lentos en vías multicarriles y/o hacerlo recostado sobre la derecha en calles y avenidas. Mirar los espejos retrovisores con mayor frecuencia y tener mucha precaución en las intersecciones respetando, como se debería hacer siempre, las prioridades de paso», explica Pons.

En tanto, el presidente de Luchemos por la Vida, Alberto José Silveira, analiza que entre los hábitos que van a sumarse a la conducción luego de la cuarentena, «además de usar barbijo y mantener la distancia social, que continuará siendo imprescindible por mucho tiempo, al retomar la conducción, los que la han interrumpido tendrán que tener en cuenta que muchos de los que transiten las calles y rutas, tanto peatones como conductores, continuarán sometidos a preocupaciones mayores a las habituales y por lo tanto podrán ser usuarios riesgosos de la vía pública. Conducir sin alcohol y descansado, usar los cinturones de seguridad y los cascos, así como los SRI (sistemas de retención infantil), controlar la velocidad, aumentar la distancia entre vehículos, no usar el celular mientras se conduce, entre otros, serán más que nunca imprescindibles para evitar siniestros».

Pensar en volver a las actividades y hacerlo de la mejor manera está en vista de todos; así, Florencia Sassone, Head de Marketing de Cabify Argentina, comenta que «el mundo está experimentando una situación que nunca había sucedido. En este contexto, creemos útil abordar algunas cuestiones como, por ejemplo, comprender cuáles son las necesidades y expectativas de nuestros usuarios y cuál será el comportamiento relacionado con las decisiones de movilidad. Para encarar esta nueva etapa, nuestro departamento de Investigación y Desarrollo realizó una serie de estudios que nos permiten entender lo que vendrá, e identificar diferentes acciones relacionadas con un nuevo contexto de vida y las preocupaciones emergentes que son relevantes para nuestros usuarios».

Afirma, además, que «en la Argentina sin dudas el Covid-19 planteó, entre otras cosas, la necesidad de reevaluar la movilidad de nuestras ciudades en pos de mayor equidad y sustentabilidad. El transporte público, por el volumen de pasajeros que moviliza, es uno de los grandes focos de propagación del virus y esto genera que muchos de sus usuarios habituales piensen en opciones para reemplazarlo. Ahí es donde aparecemos nosotros como la opción de mayor seguridad y calidad, igual que medios de transporte individuales como la bicicleta, el monopatín eléctrico, motos o scooter entre otras soluciones».

Poscuarentena habrá un incremento en el uso de los vehículos particulares y, en consecuencia, «se generarán congestiones en el tránsito de las grandes urbes y las rutas más transitadas con el consiguiente riesgo de incidentes viales. Sería deseable el uso de la bicicleta para distancias de pocos kilómetros, en condiciones seguras, y caminar para pequeños recorridos con objeto de reducir los atascos urbanos y mejorar la salud», aporta Silveira.

«Todo cambio en un sistema (el tránsito) necesita un tiempo de readaptación por parte de sus integrantes (automovilistas, peatones, etcétera). Posiblemente, si se retorna a algo parecido a la normalidad anterior, muchas más personas utilicen su automóvil en detrimento del transporte público y eso podría desencadenar mayor siniestralidad; en consecuencia, no estaría de más algún tipo de campaña advirtiendo al respecto», sostiene Alzugaray.

Problemas de fondo

«El problema vial no es fruto de la entrada o la salida de la cuarentena. Los problemas antes planteados son meramente coyunturales. El país tiene una grave crisis en cuanto a la ‘inseguridad vial’ que viene de décadas y que tiene su raíz en la pérdida de valores culturales, a lo que se suma la falta de educación vial, la laxitud al obtener una licencia de conducir, las leyes viejas, anticuadas y cambiantes según la jurisdicción, la falta de controles nobles y transparentes, la pobre infraestructura vial, etcétera. Para revertir esta situación no alcanza con alguna que otra campaña. Se necesita contar con planes de corto, mediano y largo plazo, desarrollados por autoridades que sepan del tema a nivel nacional, provincial y municipal, y se tome el tema vial como una política de Estado. Debemos entender que la ‘cultura vial’ es una parte de nuestra ‘cultura de valores generales’. Si no cambia el todo, es difícil que cambie una sola de sus partes», concluye el presidente de Ovilam.

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