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Por Dr. Eduardo Silvestre, Divulgador Científico de Grupo Medihome (MN 57.969)

Cada día son más numerosos los casos de violencia y maltrato intrafamiliar que salen a la luz y se difunden de manera repetitiva en los principales medios audiovisuales y gráficos, generando una sensación colectiva de que: “la humanidad ha perdido su rumbo”. “Ya no se respeta ni a los niños ni a los ancianos”.

Si bien es cierto que el COVID 19 que aún hoy estamos atravesando, obligó a implementar medidas sanitarias que favorecieron, como efecto colateral, las condiciones que acentúan y perpetúan el maltrato en todas sus expresiones -durante el 2020 en CABA las llamadas a la línea 102 de niños y niñas se duplicaron en relación al 2019; las denuncias por violencia intrafamiliar se triplicaron durante el período de confinamiento social-; no creo que allí radique el problema principal. La pandemia va a terminar, pero la violencia hacia los más vulnerables, lamentablemente, continuará.

¿Qué hacer entonces? ¿Qué acciones podemos implementar desde el Sector de la Salud para hacer más eficiente el abordaje de esta compleja problemática? El primer paso es establecer un adecuado diagnóstico. Para tal efecto, es necesario trabajar en forma conjunta con los diferentes interlocutores que intervienen en cada caso: la comunidad educativa, los trabajadores sociales, los organismos de protección de derechos, entre otros.

A mi entender, el principal problema radica en las falencias de los aspectos preventivos, en la detección temprana de aquellas alteraciones de la dinámica familiar que condicionan las situaciones de violencia. Las llamadas “luces rojas” que, detectadas a tiempo, podrían facilitar la intervención oportuna.

La insuficiente información del personal sanitario al respecto, las consultas médicas “exprés”, la dificultad en la facilitación de abordajes multidisciplinario del cual adolecen muchas instituciones, la precarización en el sector salud, entre otros, son distintos ingredientes que condicionan la falta de medidas preventivas adecuadas.

Desde mi punto de vista, las acciones de mejoras no deberían pasar por intensificación de las medidas punitivas hacia quienes ejercen la violencia ni por la búsqueda de “culpables por omisión» dentro de los sectores involucrados en su abordaje. Considero que es necesaria una discusión más profunda, con activa participación de diferentes disciplinas y un rol protagónico del Estado y de las efectores de salud tanto públicos como privados.

Se trata, a mi juicio, de facilitar las herramientas para que todas aquellas personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad social puedan encontrar un acompañamiento que los ayude a modificar creencias, a solidificar lazos vinculares, a tener acceso simplificado a la salud y a la educación. Se trata de crear las condiciones necesarias para que la consulta médica sea integral y preventiva, y que no vaya dirigida solo al motivo explícito de la consulta. Se trata de contar con una historia clínica personal y familiar completa donde se identifiquen factores de riesgo. Se trata, en definitiva: de prevenir más que de curar.

Un comentario final para las situaciones de maltrato en los adultos mayores. La violencia hacia las personas mayores es una problemática social que estuvo invisibilizada durante muchos años. Diversos factores socioculturales contribuyeron a limitar la atención hacia este grupo etario dificultando su abordaje. El envejecimiento demográfico de la población puede tener repercusiones potenciales para la incidencia de maltrato de personas mayores en los ámbitos familiar y social.

Las proyecciones sugieren que la proporción de adultos mayores no sólo continuará incrementándose, sino que también la franja de personas mayores que está por sobre los 75 años también crecerá, con el consiguiente riesgo para los problemas de salud y con demandas de cuidados que se incrementarán. El trabajo del equipo de salud con la familia del adulto mayor, la facilitación de su cuidado en su propio ámbito, en su hogar, tratando de evitar hospitalizaciones e institucionalizaciones innecesarias es otro objetivo al que deberíamos apuntar para mejorar la calidad de vida de este grupo etario.

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