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Nuestro país atravesó dos olas de COVID-19, que pusieron a prueba el sistema sanitario. La segunda ola a mitad de 2021 llegó a más del 80% de ocupación de camas UTI a nivel nacional y al 100% en algunas jurisdicciones. Leé aquí sobre los desafíos y el rol del sector de Internación Domiciliaria.

Cuando irrumpe una pandemia, todos los países afectados comienzan a trazar estrategias sanitarias a fin de combatirla mediante su control primero y luego su erradicación. A fin de llevar adelante semejante desafío, es clave para un gobierno contar con estadísticas certeras, fidedignas y periódicas en el tiempo para trazar las estrategias sanitarias que permitan luchar contra el nuevo patógeno.

Eso pasó en 2020 y todavía ocurre en el mundo desde que el virus SARS-CoV-2, que causa la enfermedad COVID-19, apareció en China y luego se esparció a todos los países del mundo. Y uno de los datos más importantes a monitorear a diario es la ocupación de camas de las Unidades de Terapia Intensiva (UTI) en todas las jurisdicciones, ya sean municipales, provinciales o nacionales.

Es que las estadísticas sobre infectados pueden no ser fidedignas y no relacionarse con la realidad, en cualquier momento de la crisis sanitaria. Falta de pruebas de detección, falsos positivos, personas que no van a testearse a pesar de tener síntomas y varias otras situaciones coyunturales hacen que el número de infectados a diario pueda no ser el correcto. Lo mismo pasa con los fallecidos. Muchas jurisdicciones cargan mal o cargan las muertes en forma atrasada, lo que no permite tener diariamente la cantidad de fallecidos reales por la enfermedad. En la presente pandemia, varias provincias han cargado con varios días y hasta semanas de atraso al sistema estadístico nacional las muertes producidas por COVID-19.

Pero la ocupación de las camas UTI no puede ser objeto de controversia. Hay un determinado número de ocupación, ya sea por pacientes con COVID grave, como por cualquier otra patología. Y eso determina las prioridades de la atención médica.

Argentina tuvo la suerte o ventaja de mirar la película de la pandemia con tres o más meses de anticipación. Las autoridades nacionales observaron cómo el virus originado en China se expandía primero en Asia, luego en Europa y después en Estados Unidos, antes de poner un pie en Brasil y finalmente en Argentina.

Es por eso que de manera muy asertiva y tan solo a dos semanas del primer paciente con COVID-19 en el país, el Gobierno Nacional estableció un confinamiento llamado ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) para frenar los contagios del virus respiratorio. El ASPO funcionó bien los primeros 46 días en todo el país, en los que realmente fue efectivo. Luego se fue prorrogando con más o menos libertades según cada región, hasta los 205 días por medio de 13 períodos de confinamiento, en los que buscó principalmente bajar la circulación de los contagios entre personas hasta tanto hubiera una vacuna o un tratamiento eficaz para los casos más graves de la enfermedad, e implementar distintas estrategias frente al crecimiento de la tan temida curva de contagios para evitar un pico que hiciera llegar al límite al sistema sanitario nacional. En ese tiempo, se logró reforzar el sistema de salud, fortaleciéndolo y redireccionando todos los recursos de infraestructura y humanos para atender casi en exclusividad los casos COVID.

“La pandemia puso a prueba el sistema de salud de todo el mundo y en Argentina el sistema de salud estaba en crisis y muy debilitado. El Estado nacional se puso a construir y remodelar hospitales, a ampliar camas pero también construyó salud con una mirada federal. Nación, provincia y municipios, con una base de consenso con la evidencia científica en la respuesta a esta pandemia”, expresó la ministra de Salud, Carla Vizzotti.

El infectólogo y director de Fundación Huésped, Pedro Cahn, hizo un balance del estado de situación de la pandemia de coronavirus (COVID-19) en el país y destacó que el número de camas se reforzó en un 40%, lo que «permitió que el sistema de salud pudiera aguantar». Desde el inicio de la pandemia y durante el segundo semestre del año 2020, el Ministerio de Obras Públicas de la Nación puso en marcha 128 obras e intervenciones en una primera etapa, que permitieron fortalecer el sistema de salud con 3.001 camas (2.011 críticas y 990 generales) por una inversión de $14.059 millones.

Para esta segunda etapa, anunciada en abril último en medio de la segunda ola de coronavirus, se reforzó la estructura sanitaria con 134 obras e intervenciones, por una inversión de $10.155 millones, que sumaron 1.415 camas (485 críticas y 930 generales). Asimismo, el Ministerio ya se encuentra trabajando en una tercera etapa de obras, compuesta por 101 proyectos, a ejecutarse a largo plazo, que implican una inversión de $11.425 millones, con 1.791 nuevas camas. Entre las principales obras e intervenciones de la red se destacan los 12 Hospitales Modulares de Emergencia; los 31 Centros de Aislamiento Sanitario (CAS) para Unidades Penitenciarias; 23 Centros Modulares Sanitarios; 8 nuevos hospitales; 20 ampliaciones e Intervenciones en hospitales; y 48 nuevos centros de salud y ampliaciones.

En la primera semana de noviembre de este año, la ocupación de camas UTI a nivel nacional fue del 35% para todas las patologías del servicio público y privado. Y solamente hay 600 personas internadas por COVID. A nivel nacional, el techo de ocupación de camas UTI durante la segunda ola se alcanzó el 9 de junio con 7.769 pacientes, que representaban el 79,3% de la totalidad de camas disponibles. Pero en muchos distritos esa ocupación llegó al 100%.

Antes del inicio de la pandemia, había 8.521 camas en unidades de terapia intensiva (UTI) del sector público y privado en todo el país. En junio de 2020, se añadieron 2.996 nuevas, con lo cual pasaron a ser 11.517 disponibles. Al mes siguiente se añadieron 151, en septiembre 792 y en abril 51. Se planea agregar 250 más hasta fin de año. Hoy el total disponible a nivel nacional de camas UTI es de 12.501, un 47% más respecto a la situación pre-pandemia. De esas 12.501 camas UTI actuales en todo el país, 5.428 corresponden al sector público y 7.073 al sector privado. Según los datos provistos por la cartera sanitaria nacional, también se incrementaron en un 70% los respiradores el año pasado.

En las semanas más difíciles y con más contagios, a fin de evitar una saturación del sistema sanitario, clínicas y sanatorios privados empezaron a suspender cirugías programadas para liberar camas de terapia intensiva. Otra estrategia que hace el sector privado para ampliar las camas es lo que se denomina “medicalizar” espacios por fuera de las instituciones médicas. Esto implica ampliar las camas para pacientes leves, con COVID, en hoteles que alquilan las propias prepagas para sus afiliados, como prolongación de sus sanatorios. Y en paralelo a la ampliación de camas para casos sin complicaciones en hoteles, las prepagas están “complejizando las camas comunes en los sanatorios”.

Pero sin dudas, la Internación Domiciliaria fue una de las grandes aliadas de la pandemia para colaborar con la liberación de camas UTI en sanatorios y hospitales. El doctor Darío Amoruso, médico especialista en Clínica Médica y Auditor Médico General de Grupo Medihome (M.N. 117.660 / M.P. 228.237), explicó que nadie había vivido contemporáneamente una pandemia como la actual. “Tanto actores de salud, como representantes sanitarios nacionales subestimaron esta patología. Antes padecimos la gripe aviar, la gripe porcina, el ébola, que nunca llegaron a convertirse en pandemia. Se pensó que no iba a suceder algo así como ocurrió con el coronavirus”, precisó.

“Comenzamos a tomar conciencia de la gravedad de COVID-19 cuando empezaron los contagios y muertes masivas en Europa, con los casos crecientes de España, Italia, Gran Bretaña, y otros más. Todos países con una gran conexión con Argentina. Cuando llegaron los primeros casos al país, las personas todavía no habían implementado las medidas sanitarias como el uso de tapaboca. Nosotros como empresa, aumentamos el uso de medidas sanitarias de bioseguridad, como el uso de barbijo y la efectivización de un módulo de asistencia de pacientes COVID-19. La estrategia se dividió en dos partes: 1) Liberar camas no COVID para atención en el domicilio. 2) Todo paciente que tiene que estar internado, termina su recuperación en los domicilios, sostuvo Amoruso, que reconoció que Medihome elaboró un módulo de atención domiciliaria presencial para coronavirus. Y agregó: “Teníamos contacto diario con los pacientes. Se les monitoreaba la oxigenación y signos vitales a fin de que no se convirtiera en una enfermedad grave. Esto implicaba toda una logística de bioseguridad para tratar al paciente. Todo era descartable en cada visita. Eso lo usamos en los primeros pacientes con COVID-19. Cuando el volumen se incrementó y se fue de los márgenes habituales, la estrategia de asistencia presencial en domicilio había que modificarla, porque estábamos limitados en recursos. Implementamos otro módulo de teleasistencia de COVID-19, donde los controles se hacían de forma diaria con médicos y siempre de modo virtual con una videollamada. Lo importante era verlo al paciente para observar su modo de respirar, si hacía aleteo, si tenía palabras entrecortadas, etc. De esa forma no se queda uno con la interpretación subjetiva del paciente”.

“De esta forma, Medihome atendió a más de 10.000 personas durante toda la pandemia, llegando al récord de 2.000 pacientes por mes en los meses más críticos”, concluyó Amoruso, y destacó que el mayor aprendizaje obtenido fue el compromiso continuo, mucho trabajo desarrollado e ir adaptando la asistencia de acuerdo a la información sobre la evolución de la pandemia.

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